A lo largo del año pasado, se publicaron
en Almería 1.300 libros, lo que coloca a nuestra provincia a la cabeza en lo
que a edición literaria se refiere en Andalucía. Según datos de la Consejería
de Cultura, en Almería se publica tanto, por ejemplo, como en Granada y Córdoba
juntas. Estas cifras deberían llenarnos de alegría. Una sencilla asociación de
ideas tendría que empujarnos a inferir que, si somos los que más libros
lanzamos al mercado, probablemente también seamos los que más leemos…
A esto hay que sumar que en los
últimos años se han abierto en la capital almeriense librerías como Bibabuk o The Good Dragons. Todo ello nos impulsa a ser optimista. El mercado
del libro funciona en nuestra ciudad. Pero sospecho que detrás de todos estos
datos –objetivos– la verdad sólo asoma a medias. Un vistazo somero al mercado y el análisis de
la realidad de un mundo sumamente cambiante como es el mundo editorial en el
siglo XXI, probablemente nos devolvería a la realidad con suma crudeza y
objetividad.
Pero no es el momento de que la
realidad nos amargue el día. Hoy no. Hoy aún guardamos en las papilas
gustativas el regusto dulce de la gala celebrada el pasado fin de semana con
motivo de la entrega de los Premios Argaria, convocada por el Gremio de
Libreros de Almería como reconocimiento a los libros de autores almerienses, de
nacimiento o de adopción, más destacados el año pasado.
Entre los galardonados estaban
narradores como Bruno Nievas –que ha conseguido hacerse un hueco en un sello
tan notable como Ediciones B– o Fernando Martínez –que a golpe de premio
literario ha logrado el reconocimiento que le ha valido publicar con la
Editorial Algaida–. También se encontraban en la nómina de premiados otros
autores como Juan José Ceba, Pepe Criado, Toño Jerez o Sensi Falán, bregadores
infatigables por mantener viva la cultura almeriense.
La lucha de formato entre el
papel y el digital comenzó hace tiempo, pero sigue viva. Los más agoreros
aventuraban que a estas alturas el libro como objeto pertenecería a los museos.
Pero no es así. El papel resiste. El formato electrónico gana posiciones, pero
no al ritmo que tuvo hace unos años. Y para remar contra la corriente más
pesimista, las editoriales almerienses se lanzan a publicar de manera
continuada unos veinticinco libros cada semana. En determinadas cuestiones
políticas y sociales parecemos avanzar a contrapié. Pero estoy seguro de que en
literatura no es así. Estoy convencido de que libreros, editores y lectores no
hacen sino responder a la necesidad real de apostar por la literatura. ¿No…?