martes, 9 de febrero de 2016

BODAS DE SANGRE


Los campos de Níjar son un terreno árido. Un paisaje lunar en el que la vida se termina abriendo paso a fuerza de un enorme sacrificio y de una gran dosis de sobriedad. El desarrollo presente ha conseguido amansar su fiereza, pero asomarse al retrovisor nos permite imaginar la dureza pretérita de esa tierra despiadada. Así que propongo un viaje hasta el verano de 1928 para imaginar el contexto en el que una boda tiene que celebrarse a las tres de la madrugada y los invitados tienen que hacer el viaje de noche para no sucumbir al rigor del sol. Si la historia la sazonamos con un enlace concertado, una huida hacia ninguna parte y la muerte haciendo justicia a la traición, el escenario literario que la realidad brindaba resultaba inmejorable.
Eso fue lo que debió de pensar Federico García Lorca cuando en aquellos días leyó en la prensa la historia trágica que había tenido lugar en el entorno del Cortijo del Fraile. Así que dejó que el relato reposara el tiempo necesario y cinco años después se estrenó Bodas de Sangre, inspirada en los hechos sucedidos en el levante de nuestra provincia. Unos años antes, la reivindicativa y feminista Carmen de Burgos ya había publicado otro libro inspirado en los mismos hechos, Puñal de Claveles, pero fue la obra del autor granadino la que dio carácter universal a la tragedia nijareña.
 
 
 
En estos días el cine vuelve a poner sobre el mantel de la actualidad lo sucedido en aquella calurosa madrugada de julio. Se trata de la película La Novia, dirigida por Paula Ortiz y con Inma Cuesta dando vida a la protagonista. La obra llevada al cine ha tomado más elementos de la obra lorquiana que de la realidad, pero eso es lo de menos. Licencias de la ficción. Lo importante es que el marchamo de “tierra de cine” vuelve a colgar del acento de nuestra provincia.
En la actualidad el Cortijo del Fraile cuenta con la declaración de Bien de Interés Cultural, pero eso no impide que se esté cayendo a pedazos. El ruinoso estado en el que se encuentra debería ser motivo de vergüenza tanto para los propietarios –la empresa Agrícola Mar Menor–, como para los políticos locales y autonómicos, acostumbrados como están a regatear esfuerzos con la cultura. Recientemente se han realizado trabajos para reforzar la fachada y la torre de la capilla, pero tengo la impresión de que no existe una intención real de colocar a este lugar en el sitio que debería ocupar. No es un secreto que los pueblos que crecen sin el respeto por su cultura terminan perdiendo su identidad y sus valores, y son ya demasiadas las oportunidades vencidas. Espero que en esta ocasión no hayamos consumido todo el crédito que el tiempo nos ha concedido y que verdaderamente exista voluntad de enmienda.

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