Los campos de Níjar son un
terreno árido. Un paisaje lunar en el que la vida se termina abriendo paso a
fuerza de un enorme sacrificio y de una gran dosis de sobriedad. El desarrollo
presente ha conseguido amansar su fiereza, pero asomarse al retrovisor nos
permite imaginar la dureza pretérita de esa tierra despiadada. Así que propongo
un viaje hasta el verano de 1928 para imaginar el contexto en el que una boda tiene
que celebrarse a las tres de la madrugada y los invitados tienen que hacer el
viaje de noche para no sucumbir al rigor del sol. Si la historia la sazonamos
con un enlace concertado, una huida hacia ninguna parte y la muerte haciendo
justicia a la traición, el escenario literario que la realidad brindaba
resultaba inmejorable.
Eso fue lo que debió de pensar
Federico García Lorca cuando en aquellos días leyó en la prensa la historia
trágica que había tenido lugar en el entorno del Cortijo del Fraile. Así que
dejó que el relato reposara el tiempo necesario y cinco años después se estrenó
Bodas de Sangre, inspirada en los
hechos sucedidos en el levante de nuestra provincia. Unos años antes, la
reivindicativa y feminista Carmen de Burgos ya había publicado otro libro
inspirado en los mismos hechos, Puñal de
Claveles, pero fue la obra del autor granadino la que dio carácter universal
a la tragedia nijareña.
En estos días el cine vuelve a
poner sobre el mantel de la actualidad lo sucedido en aquella calurosa
madrugada de julio. Se trata de la película La
Novia, dirigida por Paula Ortiz y con Inma Cuesta dando vida a la
protagonista. La obra llevada al cine ha tomado más elementos de la obra
lorquiana que de la realidad, pero eso es lo de menos. Licencias de la ficción.
Lo importante es que el marchamo de “tierra de cine” vuelve a colgar del acento
de nuestra provincia.
En la actualidad el Cortijo del
Fraile cuenta con la declaración de Bien de Interés Cultural, pero eso no
impide que se esté cayendo a pedazos. El ruinoso estado en el que se encuentra
debería ser motivo de vergüenza tanto para los propietarios –la empresa Agrícola
Mar Menor–, como para los políticos locales y autonómicos, acostumbrados como
están a regatear esfuerzos con la cultura. Recientemente se han realizado
trabajos para reforzar la fachada y la torre de la capilla, pero tengo la
impresión de que no existe una intención real de colocar a este lugar en el
sitio que debería ocupar. No es un secreto que los pueblos que crecen sin el
respeto por su cultura terminan perdiendo su identidad y sus valores, y son ya
demasiadas las oportunidades vencidas. Espero que en esta ocasión no hayamos
consumido todo el crédito que el tiempo nos ha concedido y que verdaderamente exista
voluntad de enmienda.
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