En efecto, hay
quien piensa que todo esto se lo debemos a grandes multinacionales, pero
concluir que 2000 años de celebraciones cristianas se resumen en una cuidadosa
mercadotecnia resulta demasiado simplista. Además, no hay nada más que echar la
vista atrás para comprobar que la Navidad tiene un carácter similar al de hoy
en día desde mucho antes del nacimiento de estas empresas. De hecho, es en el
siglo XIX cuando la festividad comienza a empaparse de una estética y una
atmósfera parecida a la actual, debido, en buena medida, a un libro: Cuento de Navidad, de Charles Dickens.
Fotografía de Pablo Barroso |
Dickens es uno
de los escritores más destacados de la época victoriana. De humor afilado y preciso
análisis social, satirizaba a la clase aristócrata inglesa y la estratificación
social, y defendía con ahínco los derechos laborales del empobrecido
proletariado británico. Y eso se refleja en libros como Oliver Twist o David
Copperfield. Pero de todos, quizá su libro más popular y el que, como
decimos, ayudó a cambiar la percepción de esta época del año fue la novela
corta Cuento de Navidad.
El libro fue publicado
por primera vez en el año 1843 y en él se narran las vivencias de su
protagonista, Ebenezer Scrooge, en la Nochebuena en la que es visitado por una
serie de espectrales personajes. Scrooge es un avaro usurero de nariz afilada,
ojos rojos y labios finos y morados. Egoísta, déspota y miserable, el
protagonista de la novela es sorprendido por la visita sucesiva de cuatro
fantasmas: el de un antiguo socio, el del Fantasma de las Navidades Pasadas, el
de las Navidades Presentes y el de las Navidades Futuras. Entre todos consiguen,
a través de distintos viajes a lugares y tiempos alejados de aquella noche en
su hogar, que Scrooge rectifique el camino de su actitud para escapar de un
destino que se le presentaba triste y solitario. El usurero se deja empapar por
el espíritu navideño y corrige su alma con derrochada amabilidad.
El carácter del
libro es pretendidamente didacta y paternalista. Incluso podríamos decir que
adoctrinador. Sobre todo visto con la perspectiva que dan casi 200 años. Pero
es innegable el poder que tuvo su publicación en una época en la que la
celebración de la Navidad corría el riesgo de desaparecer en el mundo
anglicano. Por eso puede ser una buena idea volver a él en estos días.