Me gustan los talleres
literarios. Un defecto como otro cualquiera, lo sé. Pero es que gracias a ellos
he tenido la oportunidad de conocer y aprender de escritores a los que respeto
–y, a algunos, incluso admiro–. Entre ellos puedo citar a Ángeles Caso, Félix
Romeo, Juan Manuel de Prada, Clara Sánchez o Juan Eslava Galán. Pero hay un
autor al que coloco por delante de todos y es que el solo hecho de haber
compartido con él varias tardes con la excusa de la literatura ya justifican mi
querencia por estos talleres de narrativa: se trata de Antonio Orejudo.
Orejudo es un tipo amable,
inteligente y ácido. Educado e irónico. Mordaz e irreverente, pero con alma
caballeresca. Y por encima de todo, es un gran escritor. Para mí, el más
importante de los escriben en Almería. Es cierto que algún otro se mueve mejor
por las coordenadas del éxito editorial, pero por motivos que no son sencillos
de resumir –y que no voy a cometer la osadía de exponer–, Antonio Orejudo debe
ser la principal e ineludible referencia de todo aquel con pretensiones
literarias en nuestra ciudad.
Fotografía de la página web de Jotdown |
Su primera obra, Fabulosas narraciones por historias, un
libro tan sorprendente como hilarante sobre la tradición literaria heredada, le
valió el premio Tigre Juan a la mejor primera novela española. Luego publicó Ventajas de viajar en tren –Premio
Andalucía de Novela–, un libro esquizofrénicamente inteligente; divertida historia
de historias. La consolidación le llegó con Reconstrucción,
una novela sin filigranas literarias que se pasea por el siglo XVI a través de
un juego complejo que se acerca con excelencia a las tragedias del presente. Y
en Un momento de descanso, su última
novela hasta el momento, el autor ejecuta una singular reflexión sobre la mediocridad
instalada en la universidad española con tanta fidelidad que resulta grotesco.
Pero el libro de Antonio Orejudo
al que quiero acercar la lente en esta columna es otro. Se trata de Almería, crónica personal. En él, el
narrador se aproxima a nuestra ciudad para contar su historia. Una historia
real y dura como el desierto. Orejudo no edulcora la verdad. Como él mismo
dice, el paraíso tiene también una cara desagradable, y esa cara, mostrada con
objetividad y cierta lejanía, se convierte en el espejo de nuestra tierra. El
libro, posada íntima para los de aquí, es un libro de experiencias. Un lugar
donde escaparse para seguir huyendo. Un arpón al orgullo provinciano al que,
sin duda, el autor no pretende halagar.
Antonio Orejudo es un grande de la literatura
que escribe desde Almería. En su haber, su obra. En nuestro debe, la gratitud y
el reconocimiento. Son pecados que nos esforzamos en repetir. Espero que esta
vez enderecemos a tiempo.
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