martes, 10 de mayo de 2016

FUNAMBULISMO


La semana pasada, en el mismo momento en el que se presentaba la Feria del Libro de Almería, cuya nueva edición estamos a punto de estrenar, tenía lugar en la Universidad un acto en el que se exploraban –y se desbordaban– los límites de la poesía.

El éxito de la Feria del Libro se medirá, inevitablemente, con el mismo patrón que sirve para contabilizar la presencia de público a los diferentes actos organizados –hasta 60 en los cinco días que durará el evento–. De hecho, la nueva ubicación de la Feria, la Plaza de la Catedral, ha sido elegida por suponer un sitio de paso que, presumiblemente, facilitará la afluencia de público. Además del nuevo emplazamiento, la otra gran novedad de este año se centra en la persona elegida para coordinar esta cita con el mundo editorial: Manuel García Iborra, alguien de sobrada solvencia literaria que estoy seguro de que colocará a la Feria del Libro en el lugar que le corresponde.

Pero, como apuntaba más arriba, en paralelo a la presentación y en el campus de La Cañada, la joven poeta Ángela Segovia y el traductor y editor Antonio J. Rodríguez caminaban con pasos medidos sobre un fino alambre sostenido en uno de sus extremos por la poesía y en el otro por una amalgama de disciplinas artísticas que transitaban por un mundo infinito de imágenes y sonidos. Desde luego, una apuesta arriesgada. Puro funambulismo.
 
 

La poesía, como ejercicio de indagación, de búsqueda de las fronteras, siempre fue una experiencia para el disfrute de minorías. La más humilde de las hermanas. Si, además, la actividad la llevamos a nuestra anestesiada y periférica universidad, el resultado, en cuanto a asistencia de público se refiere, no podía ser distinto del que fue. Pero en este caso, la medida del éxito del encuentro con la poesía tiene que escapar de valoraciones maniqueístas. La Universidad tendría que dar cobijo al epicentro de todo ejercicio crítico intelectual, tendría que hospedar a movimientos culturales que cabalguen a contracorriente y tendría que arropar iniciativas que exploren las fronteras, las afueras y las vanguardias. Y en eso está la Facultad de Poesía José Ángel Valente.

Somos muchos los que venimos exigiendo que la Feria del Libro de Almería vuelva a convertirse en una cita obligada para la cultura almeriense, con un programa atractivo, variado y de calidad, un lugar físico permanente en nuestra ciudad y un espacio singular en el calendario. Y no me cabe la menor duda de que Manuel de Sintagma será el motor cuyo movimiento lo consiga. Aunque, del mismo modo, también somos más cada vez los que aplaudimos iniciativas minoritarias y arriesgadas. ¡Bravo!

 

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