martes, 24 de mayo de 2016

IMPERFECCIÓN Y BELLEZA


Me gusta esa parte del aire que le insufla el saxofonista a su instrumento y que no se convierte en música. Un aire insumiso. Un aire que se rebela contra su destino. Sé que para algunos esto puede ser el aviso de un problema: una mala embocadura, una forma incorrecta de atacar la boquilla… Pero a mí me gusta. La belleza de la imperfección. O, a lo mejor, es que lo que me gusta es el sonido del saxofón; sin más. Independientemente de la ejecución. El saxofón conjuga la sonoridad de la madera con la fuerza del metal. Y es la mezcla la que le da ese sonido tan característico y que ha sabido encontrar su sitio en determinada música popular como el jazz.

La semana pasada, gracias a las tardes poéticas de la Dulce Alianza, pudimos disfrutar de una agradable aleación entre poesía y música. La música la puso el saxo de Antonio González, mientras que la poesía corrió a cargo de la voz única de Andrés Neuman. El poeta, de imagen un tanto velazquiana –con la media melena caída con simetría y los ojos tan tímidos como tristones– hizo un repaso por su obra poética siguiendo el ritmo que le marcaba el instrumento.

A la música de Duke Ellington respondía Neuman con una serie de creaciones sobre los viajes. A la de Scott Hamilton, daba la réplica un bloque de poesía nocturna. E igual pasó con las interpretaciones de las obras de Toni Benet, Ella Fitzgerald o Ben Webster. El saxo trazaba la línea y sobre ella dibujaba paisajes el escritor.



Andrés Neuman no es un poeta al uso. Llegó a Granada a los trece años y aún se cuela por su voz el silbido meloso de su origen argentino. Igual compone aforismos que construye microrrelatos; lo mismo esboza ficciones noveladas que declama poesía. Narrador y poeta, se ha dicho de él que es un escritor “tocado por la gracia”.

En el sótano de la Dulce Alianza defendió que la poesía no fuera el postre, sino el pan, y planteó sus dudas sobre la lógica interna de los cuerpos de dos personas que comparten cama; sobre aquello que buscan los cuerpos cuando no saben qué están buscando. Pura declaración de intenciones. Porque, ¿qué es la poesía sino una continua búsqueda sin saber lo que se busca?

En el guiño chinesco de las sombras del local, Neuman se fue creciendo en un dulce recorrido por su obra. Seductor y brillante, el poeta diseccionó sin demasiado pudor el sentido de los versos mientras consumíamos la tarde. Otro acierto más de este ciclo que se ha consolidado tras un año de buena poesía. ¡Felicidades!

 

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