El cielo mediterráneo, de luz
incisiva y viva, se mostraba intensamente azulado en aquella mañana de invierno.
Pero de repente, una inmensa bola de fuego se dibujó en lo alto. Un bombardero
estadounidense B52 acababa de tener un accidente en pleno vuelo mientras
realizaba una maniobra de llenado de combustible con su correspondiente avión
nodriza. Ocurrió hace cincuenta años y marcó, indeleblemente, una fecha en la
historia de un pueblo almeriense. Era el inicio de un tiempo nuevo para
Palomares. Pero también fue el inicio de la ficción que el escritor Fernando
Martínez López construyó en torno al accidente.
El libro al que me refiero se
llama El mar sigue siendo azul (Editorial
Baile del Sol, 2011) y en él su autor traza y anuda con maestría varias
historias de amor, odio y venganza, en torno al desafortunado suceso. Todo ello
sobre el esqueleto que conforma la vida de Pedro, cuyo primer grito vital se
vio ahogado por el sonido del accidente, y la bélica relación entre un
circunstancial habitante de Palomares de origen alemán y un estadounidense
encargado de supervisar las oscuras tareas que se desarrollaron sobre el terreno.
Porque Fernando Martínez es un fabricante de historias. Un artesano narrador
con mucho tino, avalado por docenas de premios y menciones literarias.
En estos días se cumple el
aniversario del incidente de Palomares y eso ha rescatado a esta gran novela de
personajes literariamente cuidados y trama tejida con esmero, pero han
transcurrido cinco años desde que viera la luz por primera vez y desde entonces
Fernando Martínez no ha dejado de madurar como escritor y de cosechar éxitos.
El último de ellos –y, probablemente, el que mayor reconocimiento le ha
reportado– se lo debe a su novela Tu
nombre con tinta de café (Editorial Algaida, 2014), ganadora del
prestigioso Premio Felipe Trigo y que le valió a su autor estar nominado al
Premio Andalucía de la Crítica junto a escritores de la talla de Antonio Muñoz
Molina o Luís García Montero.
Fernando Martínez nació en Jaén,
pero vive en Almería desde su temprana infancia. En la actualidad es un
profesor de Física y Química de trato cortés, aire bohemio y conversación
amena, enamorado de la literatura y del Parque Natural de Cabo de Gata. Sus
muchos relatos y sus ocho novelas publicadas nos hablan de un escritor
disciplinado, que cuida la narración hasta el último detalle y que no se confía
al azar. De un hombre que disfruta de lo que hace y de la relación que su
literatura le permite con los lectores. De alguien que no deja que los premios
nublen el camino y tremendamente consciente de que, a pesar de todo, el mar
sigue siendo azul.
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