martes, 14 de junio de 2016

FOTOGRAFÍA


Si preguntáramos a distintos escritores qué provocó la creación de una obra determinada, seguramente encontraríamos tantas respuestas como creaciones. Una experiencia propia o lejana, la lectura de un pasaje de la historia o el fragmento de una canción. Las raíces del proceso creativo se agarran a casi cualquier tipo de terreno. Pero tengo que reconocer que cuando el pasado jueves, la poeta Aurora Luque dedicó la lectura de uno de sus poemas a Carlos Pérez Siquier –por haber servido una de sus fotografías como inspiración para el nacimiento de ese poema– disfruté de la coincidencia de estar sentado en la silla contigua a la del genial fotógrafo almeriense.

El evento que provocó este sencillo homenaje fue la nueva edición de una tarde poética en la Dulce Alianza. En los bajos de la pastelería, Pérez Siquier recogió la dedicatoria con un gesto modesto y sin ningún aspaviento. Se merendaba un Santa Paula, a cucharadas pequeñas y placenteras, mientras la música de la guitarra del joven Antonio García Quero se intercalaba con los versos de Aurora Luque. Yo observaba al fotógrafo a hurtadillas, y trataba de buscar el encuandre de su mirada. El enfoque de cada imagen. Porque el buen fotógrafo es aquel que tiene la sensibilidad de arrancarle a la realidad un fragmento extraordinario. El que toma lo cotidiano y lo disfraza con su sentimiento. Como decía Susan Sontag, “no es la mirada misma, sino la forma de mirar”. Por eso yo dirigía la mía allá donde él posaba la suya
 
 

Perez Siquier es un fotógrafo imprescindible. Un personaje que hizo visible a Almería en un tiempo en el que el desierto se extendía no sólo como el territorio arenoso que cubre una parte de nuestra provincia. Se unió a la Agrupación Fotográfica Almeriense cuando era un jovencísimo empleado de banca, y en apenas unos años la transformó en una referencia cultural que escapó de nuestras fronteras. Tal fue la metamorfosis que vivió aquel grupo que encabezó, que fue invitado a participar es una exposición colectiva en el MOMA neoyorquino para gozo de nuestra historia local.

Su fotografía es una búsqueda continua de la autenticidad. Una fotografía que se limita a conceder el protagonismo a lo que pasa detrás de la cámara. Y eso fue lo que le llevó a acercarse a la humildad de un barrio como la chanca y al humanismo que destilaba la vida allí. Quizá, de alguna forma, como la poesía. Quizá, de alguna manera, Aurora Luque veía en aquella fotografía al ojo que miraba y a la mirada del fotógrafo. A su alma. Quizá.

 

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