Si
preguntáramos a distintos escritores qué provocó la creación de una obra
determinada, seguramente encontraríamos tantas respuestas como creaciones. Una
experiencia propia o lejana, la lectura de un pasaje de la historia o el
fragmento de una canción. Las raíces del proceso creativo se agarran a casi
cualquier tipo de terreno. Pero tengo que reconocer que cuando el pasado
jueves, la poeta Aurora Luque dedicó la lectura de uno de sus poemas a Carlos Pérez
Siquier –por haber servido una de sus fotografías como inspiración para el
nacimiento de ese poema– disfruté de la coincidencia de estar sentado en la
silla contigua a la del genial fotógrafo almeriense.
El evento
que provocó este sencillo homenaje fue la nueva edición de una tarde poética en
la Dulce Alianza. En los bajos de la pastelería, Pérez Siquier recogió la
dedicatoria con un gesto modesto y sin ningún aspaviento. Se merendaba un Santa
Paula, a cucharadas pequeñas y placenteras, mientras la música de la guitarra
del joven Antonio García Quero se intercalaba con los versos de Aurora Luque.
Yo observaba al fotógrafo a hurtadillas, y trataba de buscar el encuandre de su
mirada. El enfoque de cada imagen. Porque el buen fotógrafo es aquel que tiene la
sensibilidad de arrancarle a la realidad un fragmento extraordinario. El que
toma lo cotidiano y lo disfraza con su sentimiento. Como decía Susan Sontag,
“no es la mirada misma, sino la forma de mirar”. Por eso yo dirigía la mía allá
donde él posaba la suya
Perez
Siquier es un fotógrafo imprescindible. Un personaje que hizo visible a Almería
en un tiempo en el que el desierto se extendía no sólo como el territorio
arenoso que cubre una parte de nuestra provincia. Se unió a la Agrupación
Fotográfica Almeriense cuando era un jovencísimo empleado de banca, y en apenas
unos años la transformó en una referencia cultural que escapó de nuestras
fronteras. Tal fue la metamorfosis que vivió aquel grupo que encabezó, que fue
invitado a participar es una exposición colectiva en el MOMA neoyorquino para
gozo de nuestra historia local.
Su
fotografía es una búsqueda continua de la autenticidad. Una fotografía que se
limita a conceder el protagonismo a lo que pasa detrás de la cámara. Y eso fue lo
que le llevó a acercarse a la humildad de un barrio como la chanca y al
humanismo que destilaba la vida allí. Quizá, de alguna forma, como la poesía.
Quizá, de alguna manera, Aurora Luque veía en aquella fotografía al ojo que
miraba y a la mirada del fotógrafo. A su alma. Quizá.
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