martes, 7 de junio de 2016

SIGLO DE ORO


Lo que pasa en la cocina bien lo sabe el que fue cocinero antes que fraile. Al menos eso dicta nuestro genuino refranero. Pero, ¿y el que fue profesor de literatura antes que Papa? Pues también. También sabe lo que se cocina en las aulas donde se forma y se educa. Y es que el mes pasado el Papa Francisco recibió en audiencia privada al director del Instituto Cervantes –Víctor García de la Concha–, al director de la Real Academia Española de la Lengua –Darío Villanueva– y al director de la Biblioteca Clásica de la Academia –Francisco Rico–, y en el contexto de esa reunión les contó que él tuvo que ejercer como profesor en Buenos Aires, impartiendo clases de literatura. Y me resultó curioso que narrara cómo a los alumnos les costaba leer el Quijote mientras que mostraban sus preferencias por La Celestina, por ser más “picante”. Me resultó curioso esa forma de acercarse a los Clásicos y me resultó curioso el uso del término “preferencias” por lo que conlleva de selección y de elección.

Y pensaba en ello cuando el otro día paseaba por la Puerta de Purchena, marcando los pasos al ritmo que parece indicar la estatua de Nicolás Salmerón, y sobre mi cabeza ejecutaban un débil vuelo aleatorio pergaminos con fragmentos de textos de nuestro Siglo de Oro colgados de las ramas de los árboles. Góngora y Quevedo compartiendo nicho. El teatro de Lope de Vega resonando en la madera aún viva. Fragmentos del Quijote y de la Celestina danzando por igual.
 
 

La iniciativa, coordinada por la Asociación de Amigos del Libro Infantil y Juvenil, lleva por nombre “El Jardín de las Palabras”, se enmarca dentro de las XXXIII Jornadas de Teatro del Siglo de oro y en ella participan escolares de varios centros de la provincia. Dejad que los niños se acerquen a la literatura, podríamos pedir.

Volver a estos textos es siempre un acierto, porque nos hacen viajar al origen de nuestra literatura. Y, además, porque suelen ser textos divertidos. Narraciones que nos descubren una sociedad que estaba viviendo importantes cambios religiosos y políticos, y que empezaba a apreciar la nueva forma de entender el arte. Pero una sociedad anclada aún fuertemente a su tradición católica y rural. Volver a estos textos es la mejor forma de conocer lo que somos como país y de entender nuestra cultura. Así que no estaría de más que no sólo los niños se acercaran a ellos. También les haría mucho bien a esos políticos que ya andan de nuevo a vueltas con otra campaña más en la que parecen haber olvidado tantas y tantas cosas.

 

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